Desde el derribo de las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, se ha empezado a construir lo que para muchos es un mito: la presencia del extremismo islámico a lo largo de la frontera de 3.110 kilómetros entre México y Estados Unidos.
Esta semana lo volvió a poner sobre la mesa una organización conservadora estadounidense.
Judicial Watch aseguró que el grupo Estado Islámico, que controla partes de territorio en Irak y Siria y que ha ganado notoriedad por la decapitación de rehenes occidentales, opera dos campos en el estado fronterizo de Chihuahua.
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